La sanidad pública en pie de guerra tras 20 años de ineptitud política

El caos, las manifestaciones, la fuga de profesionales al extranjero y las bajas de profesionales médicos no son mas que la crónica de una muerte anunciada, muy anunciada, de nuestra sanidad pública, a la que la clase política ha hecho caso omiso durante 20 años.

La configuración actual de los centros de salud se forjó a principios de los años 80, época en la que multitud de profesionales de la medicina entraron a trabajar en la sanidad pública a causa de ello. De esto, hace ya 20 años; lo que viene a ser la vida laboral de una persona.

No hace falta ser muy inteligente para deducir que si muchos médicos entraron a trabajar a la vez, muchos médicos se jubilarán a la vez. ¿O quizá sí?.

Hace más de 20 años que la comunidad médica, a través de Colegios de médicos, asociaciones y sindicatos profesionales, viene advirtiendo a los políticos sobre la urgencia de planificar el recambio generacional que asegure la asistencia de los ciudadanos y la protección de su salud, tal y como marca el Artículo 43 de la Constitución Española.

Todo ha saltado por los aires, pero no importa. Aquí nadie asume su responsabilidad.

La verdad es que ninguno de los partidos de gobierno, ni del central ni de los respectivos gobiernos autonómicos desde que se realizaron las transferencias de sanidad, han sido capaces de hacer sus deberes y planificar un recambio generacional obvio.

Partido Popular, PSOE, Izquierda Unida, Ciudadanos, Podemos, Vox, ni ningún partido autonómico, con sus gobiernos en solitario o en coalición, han sido capaces de ver más allá de sus cuatro años de legislatura ni de planificar nada que no sea su subida o bajada en las encuestas, y ahora, con un sistema electoral endogámico y autocomplaciente, de aquellos barros estos lodos.

La ineptitud política ha provocado, en toda España, que no exista un recambio generacional en la sanidad pública, que los profesionales sanitarios que van quedando resistan con patologías como el síndrome del trabajador quemado, si no aún más graves, soportando contratos basura durante décadas, continuas saturaciones en las consultas de atención primaria y obligados a renunciar al descanso tras 24 horas de guardia.

Todo esto, que contraviene cualquier derecho laboral habido y por haber, además del concepto racional de buena atención al ciudadano, todo esto aderezado por la presión de los gobiernos autonómicos para saltarse estas leyes por pura conveniencia política.

La máxima en política de “si hay problemas que no sea en mi legislatura”, ha agravado una necesidad que no sólo era importante sino además urgente.  Ninguneando el daño provocado tanto a la estructura de nuestra sanidad pública, como a la salud de todos los españoles, incluida la de sus propios trabajadores.

… llegando al absurdo de acusar a los profesionales médicos que llevan peleando años en la sanidad pública contra la ineptitud política.

El sobre esfuerzo de estos años ha sido la gota que ha colmado el vaso. Todo ha saltado por los aires, pero no importa. Aquí nadie asume su responsabilidad.

Las comunidades gobernadas por la derecha dicen que la culpa es de la izquierda. Las gobernadas por la izquierda, afirman que es de la derecha. Los independentistas dicen que la culpa la tienen los centralistas y viceversa… y eso que no hay partidos de ciegos o de zurdos… porque alguien tiene que tener la culpa, alguien debe expiar el pecado. Cualquiera les vale. Caulquiera menos ellos, llegando al absurdo de acusar a los profesionales médicos que llevan peleando años contra la ineptitud política.

Al final la memoria del votante es persistente hasta que un partido, al que considera su familia y con el que nunca será crítico, señala a “otro malo” con el dedo. La triste realidad es que todos ellos son los culpables y todos se seguirán repartiendo todos los escaños hasta que la sanidad pública termine de agonizar y muera definitivamente.

Desgraciadamente, en el fondo, nada parece tener importancia y nada cambiará pues se les sigue votando y siguen interpretando ese voto como lo que es, una aprobación de su actitud.

La Sanidad publica en pie de guerra

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