La próxima guerra civil se acerca
Con las recientes manifestaciones en Madrid, estamos viendo una escalada de la tensión tan preocupante que es inevitable dibujar paralelos con los años previos al 36. No estamos en un ambiente pre-guerracivilista… aún. Pero, ¿y en 10 años?
Aquellos que no aprenden de la historia están condenados a repetirla, y no podemos olvidar de dónde venimos: de la guerra civil.
España es el país de Europa con más guerras civiles desde principios del siglo XIX. También superamos a los EEUU en número de presidentes asesinados. Donde ellos tienen a Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy, nosotros tenemos a Prim, Cánovas, Canalejas, Dato y Carrero.
Arrastramos las guerras en que se degollaron nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, muertos entre sí, como almas en pena que aún atormentan a los vivos. Hemos desenterrado muertos, pero no sepultado odios. Sobre el territorio español planea siempre la sombra de Caín.
En España, la política es confrontación. No entendemos otra forma de hacer política que el griterío, el insulto, la demonización del opuesto. Esto es lo que vemos en sesión parlamentaria, en las declaraciones de los políticos. Y lo consentimos. Y lo hacemos nuestro.
Con la sociedad del tuit, del shock rápido y el rebuzno, el demonio ibérico se ha agigantado.
Ni siquiera confinados y con miles de muertos al día, durante la pandemia, cesaban los políticos de escupir bilis y ponerse la zancadilla. Cosa repugnante. ¿Hay quien crea que esta actitud tiene signo político? ¿que no es propia de unos y otros, de izquierda y derecha?
España sufre de un fanatismo inquebrantable, se mueve por ideología e identitarismo, está endemoniada, poseída desde hace siglos por un instinto autodestructivo y un síndrome revanchista, por momentos, sediento de sangre. Los políticos lo saben, y lo instrumentalizan.
Ahora, desde mucho antes de las pasadas elecciones, unos y otros prefieren tender la mano a los extremos, aumentando la tensión, antes que formar una gran coalición de unidad nacional, que es lo que le conviene al país.
Hay una frase apócrifa que se le atribuye famosamente a Bismarck: “España es el país más fuerte del mundo, porque lleva 200 años tratando de destruirse a sí mismo sin éxito.”
Las guerras civiles dividen a la población durante generaciones. Se entra en un círculo vicioso. Roma se desangró a sí misma hasta matarse.
¿Es este el destino de España, su inevitable condena?
Rompe el círculo
El odio es un sentimiento impulsivo, animal, a menudo, difícilmente reprimible.
Odiar es inevitable. Las buenas noticias son que hay dónde elegir: hay asquerosos de sobra.
Así que preguntémonos: ¿quién tira la manzana de la discordia, hoy en día? ¿quiénes son más merecedores de odio? ¿Quiénes hierven la sangre de la gente, ladrando discursos maniqueos? ¿Quiénes se meten en nuestras charlas de comida, de café y enturbian los momentos con nuestras familias y amigos?
Son los políticos.
Los desafíos a los que se enfrenta España son auténticas cuestiones existenciales: desertificación, colapso demográfico, deuda, falta de energía, desempleo crónico, pero el centro del discurso político es ocupado por guerras culturales, decimonónicas o de siglo pasado. Iglesia o anti-clericalismo. Público o privado. Centralismo o regionalismo. Por ello, el mayor problema de España no es la inflación, ni los impuestos, ni siquiera la separación de poderes. Es el guerracivilismo.
Es imposible que prospere un país en perpetua guerra consigo mismo. Allí donde el odio al opuesto es más fuerte que el amor al bien común, no hay futuro posible.
Ante la gravedad de la situación, el deber de todos los españoles es llamar a la concordia, a la serenidad, a la convivencia, ¿y qué mejor modo que señalando a los causantes del problema, encontrando al enemigo común?
Lo contrario de la guerra civil es la guerra externa, que une al país contra un enemigo. Y el enemigo común de los españoles es su clase política.
Con su promesa de dejar escaños vacíos, Escaños en Blanco representa la única alternativa capaz de poner fin al círculo vicioso guerracivilista de la política española.
En una época de políticos ambiciosos, discursos de odio y políticas de división, se abren dos alternativas: mayor poder ciudadano, o escalada de la tensión.
Decía Machado:
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios,
Una de las dos Españas
Ha de helarte el corazón.
Ahora, existe una tercera vía. No oiréis hablar de ella en los medios de comunicación. Se llama Escaños en Blanco, y es la única que atemoriza a los políticos ––a todos, sin distinciones––, y puede esperanzar a los ciudadanos.
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